En nuestra sociedad occidental actual, se están configurando nuevos valores y estilos de vida que afectan al individuo. Los individuos se encuentran buscando significados e identidades que les permita definirse como personas o que se les permita agruparse con otros, para que estos les den una nueva identidad y se diferencien de los demás. Algunos de estos individuos sociales buscan desesperadamente su individualidad y su autenticidad en uno mismo, se refugian en sí mismos y en estos pequeños grupos homogéneos.
Una parte de que esto ocurra es inculcada por la propia Sociedad, lo que nos ocurre a nuestro alrededor sucede de manera vertiginosa: el alto nivel de desarrollo industrial alcanzado, el desarrollo de los medios de comunicación y de la tecnología, y una socialización de la cultura. En esta sociedad “postmoderna consumista”, se ha creado la necesidad de vivir el momento de una «forma plena», con unas grandes posturas y demandas, a veces algo radicales.  El sistema capitalista de las sociedades actuales de gran consumo necesita a un individuo narcisista, volcado en si mismo y que busca vivir intensamente el momento. Autores como Lasch (1987) ve a estas sociedades desarrolladas (postmodernas) como fomentan la cultura particularista. Un ejemplo de esto sería un fortalecimiento de algunos rasgos individuales como pueden ser: el crecimiento de la consciencia, una mejora en la salud, el crecimiento personal promocionado por programas psicoterapéuticos, la exaltación de vivir intensamente y una preocupación por la actividad personal fomentada por la publicidad, con grandes alusiones a la omnipotencia y personalismo.
PIENSO que estamos viviendo una Relativización estética impuesta por los cánones de belleza de nuestra sociedad occidental actual. Según Durkheim, “el grupo social presiona de modo inconsciente a sus miembros, imponiéndoles normas de conducta y criterios de valoración”. Esta coacción es subjetiva pasando desapercibida por el individuo, y este piensa que la aceptación y cumplimiento de las normas sociales es espontánea y voluntaria. El individuo recibe de la sociedad todo su mundo interno, o sea, su mundo mental. El mundo ideológico del individuo sería el reflejo de la sociedad en que vive; “lo verdadero y lo falso”, “lo bueno y lo malo”, “lo bello y lo feo”. En nuestra sociedad postmoderna el canon de belleza es lo más parecido a un racismo estético.
Se ha impuesto que para que haya una aceptación laboral, social, e incluso personal: “”tu cuerpo ha de medir tanto y pesar tanto””. ¿Que trasfondo hay en esta imposición? Personalmente creo que puramente comercial. Una sociedad puramente consumista como esta, ha de sobrevivir haciendo creer a sus integrantes que lo mejor para ser felices es gastar y sobre todo invertir en el cuerpo de uno mismo. Inflan a publicidad, en muchos casos engañosa, de cremas estéticas para el cuerpo y la cara, aparatos masajeadores, dietas milagros y si todo esto no te ha servido o no tienes tiempo para sacrificarte un poco con el ejercicio y la alimentación, pues entra en un quirófano que el bisturí de un cirujano plástico te arreglará esos defectos que te ves en el espejo o que ellos mismos te lo recuerdan cuando vas a su consulta.
En esta crítica personal ante nuestra sociedad, no puedo dejar pasar por alto que cada época ha tenido su canon de belleza establecido. Para observar esto no hay que recorrer muchos años atrás; al principio del siglo pasado las mujeres que dominaban el estereotipo de mujer perfecta eran las que ahora llamaríamos “mujer gruesa”.
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