Vivimos en tres tiempos: Pasado, Presente y Futuro. El pasado es nuestra historia de vida, son nuestros recuerdos. El presente es el día a día, el segundo a segundo, no tiene memoria pero si tiene vivencias. El futuro es el tiempo donde reposan todos nuestros anhelos, sueños, expectativas, etc. Tanto el pasado como el futuro son estados mentales, pero estos tienen un gran poder en nuestro presente.
Si observamos muy de cerca el pasado, este es construido de una manera específica porque algo en el presente lo reclama, que es el recuerdo o es el hacer memoria. Pero aunque parezca que el pasado sea definitivo, ya que parece acabado y persistente en el tiempo, son las diferentes interpretaciones del presente las que hacen que haya una apertura a nuevas significaciones «es el presente quien construye y transforma al pasado». Hemos de tener en cuenta de no olvidarnos de nuestro estado emocional en el momento en que rescatamos nuestro pasado, ya que este es fundamental en esas interpretaciones. La memoria “presentifica” el pasado, y esta es “interesada” porque es sólo a partir de las necesidades del presente cuando reparamos en el pasado. ¿Y el futuro, qué papel juega en el presente? El estado futuro es una proyección, es la espera a que sucedan nuestras esperanzas y nuestros sueños. A veces mirar al futuro nos lleva a la ansiedad o a la angustia, porque el futuro siempre es incierto, pero otras veces nos lleva a la esperanza, a la ilusión. Es la memoria que al nutrir al presente proporciona a este de materiales (estrategias, experiencias, habilidades, etc.. todas ellas aprendidas) para el futuro. Vivimos en el presente, reajustando nuestro pasado y proyectando en nuestro futuro lo que deseamos ser y no hemos sido. Sólo los que son capaces de situarse en el presente, de disfrutar del momento, son felices. «Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros» Jean de la Bruyere.
En todo este juego de estados donde construimos nuestra realidad, hemos hablado de como esta también se construye a base de los recuerdos pero ¿y los olvidos? ¿donde los dejamos?. Memoria y olvidos van en conjunción, no hay memoria sin olvidos ni olvidos sin memoria. Los olvidos son cesaciones de la memoria que se tenía según la Real Academia española, pero sin nos fijamos mas detenidamente son zonas de “penumbra” que consciente o inconscientemente se originan en cada resignificación del pasado. Es evidente que los “olvidos” modelan los recuerdos, porque estos son necesarios muchas veces por su repercusión emocional en nuestro estado mental. Cada vez que se recuerda esta memoria se modifica, ya que el contexto puede ser diferente, los estímulos, el estado psicológico, estc: «Cada vez que comprendemos algo nuevo, forzamos un poco nuestro pensamiento, se modifica: cada vez que he leído un libro, soy otro.» (Meyerson)
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