Quizás algún día descubro como funciona esto de vivir, vivir de verdad.
Pero de momento tengo las brújulas de la racionalidad, la serenidad y la del entendimiento totalmente rotas. Tengo el camino a seguir delante de mí, por primera vez en mucho tiempo lo veo, lo he encontrado y sé hacia donde me va a llevar. Pero estoy parada, delante del punto de salida que tanto trabajo me ha llevado encontrarlo. Como si de un sueño se tratara, de esos típicos en que intentas gritar con todas tus fuerzas pero apenas sale un hilo de voz, me encuentro parada, sin entender exactamente que es lo que me frena a empezar a caminar hacia mi tan ansiada meta.
Hasta llegar hasta este punto he llorado mucho, he sufrido mucho y me he caído quizás demasiadas veces. Me he perdido en miles de ocasiones y en otras me he quedado atrapada en cuevas oscuras y frías. Pero a la vez, también he conocido mucha gente que con su propia luz me ha ido iluminando hasta llegar, de nuevo, a este punto de salida del que no soy capaz de despegar.
Aunque parezca mentira e ilógico, creo que todo ese largo recorrido de dolor y angustia es el lugar que considero más seguro para mí. No nos animamos a pensar diferente, no me animo a cambiar. ¿Por qué? Quizás por miedo a ese cambio, quizás por miedo a olvidar. Quizás por creer que pierdo cosas valiosas, cuando en realidad solo me provocan ansiedad. Quizás porque no conozco a ese nuevo yo o, en realidad, a mi verdadero yo, y no confío en él como para depender de ello. Quizás porque me asusto de lo que no conozco y prefiero malo conocido. No sé porque pero me doy cuenta que mi peor enemigo soy yo misma. Que el problema no es que el otro me deje, sino que yo permita que el hecho de que me dejen me hunda en la profunda miseria. Que el problema no es que no guste a nadie o no tener pareja, sino que yo no me quiera lo suficiente a mí misma y necesite de ese amor para vivir. Que el problema no es que el otro sea indiferente hacia mí, sino que yo permita que eso me angustie y marque el devenir de mis días. El problema no son los otros, sino yo y lo mal que gestiono todo.
La vida es muy simple, sencillamente confía y vive el día a día. Sé que esto es la clave de la felicidad; confiar, pensar en positivo, agradecer y vivir. ¿Parece fácil, verdad? Pues no entiendo porque me cuesta tanto. No entiendo porque me angustio, porque idealizo las cosas y las personas, como si vivir el día a día con todo lo que tengo no fuera suficiente. No entiendo porque empodero a todos los que me rodean menos a misma. No entiendo como resulta tan fácil caer en las mismas angustias, bucles autodestructivos y dolores y me es tan sumamente difícil cambiar de pensamiento. Tampoco entiendo porque soy incapaz de dejar ir lo que no me conviene y me quedo enganchada a una falsa realidad. Y mucho menos entiendo que siendo consciente de todo ello, sea incapaz de reaccionar. ¿Por qué tengo ganas de llorar? ¿Por qué tengo la sensación cuando no luchan por mí que pierdo una gran oportunidad y, sin embargo, el otro gana? ¿Por qué me menosprecio hasta tal punto que he perdido el norte de mi brújula? Me cuesta recordar un día en que haya sido feliz conmigo misma y sólo conmigo misma. Sé que soy una mujer completa, fuerte y válida. Sé que soy igual que todos los demás y que ensalzar a los otros y creerme un ser pequeño e inferior es sólo fruto de mi inseguridad y falta de autoestima, sé que no es real.
Pero no entiendo que sabiendo todo esto, que conociendo la clave para avanzar hacia la felicidad y estando en el punto de partida para emprender un nuevo camino de crecimiento, de nuevas aventuras y de paz, esté aquí parada, angustiada, agotada y con ganas de llorar. ¿Por qué complicamos tanto esto de vivir?
Paula. (Aprendiz de la vida)
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