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La palabra en si crea diferentes respuestas en los padres: unos piensan que son punitivos en sí; otros que no son necesarios si se educa desde el cariño y la calidez; otros que necesarios, pero tienen dificultad a la hora de utilizarlos o mantenerlos; etc.. Hay tantas respuestas como familias existen. Pienso que muchas veces se confunden con autoritarismo.

Los limites son sinónimos de amor, por lo que es el primer acto de amor que los papás podemos ofrecer en la vida de nuestros hijos. Es el primer organizador de su vida, ya que los niños necesitan aprender a vivir en un mundo social y con ello evitar peligros y relacionarse con otras personas. Los límites ayudan a la contención, porque poner límites es enseñarles a nuestros hijos que aprendan a esperar y a saber que todo no es “aquí y ahora”.

Establecer  límites a los niños no resulta solamente necesario para su seguridad, sino también para un sano desarrollo y un conocimiento del mundo en el que deberá vivir.

Muchos padres piensan que si ponen límites a sus hijos o que son exigentes con ellos, éstos les querrán menos, se rebelarán y no habrá quien los domine. ¡¡Todo lo contrario!!, Si se establecen desde la calidez, el amor, el respeto, desde una comunicación fluida y afectiva, desde una firmeza sin ser que esta sea irrealista, los niños responden de manera diferente que si se establecen desde una posición autocrática o permisiva. Los niños necesitan límites y normas claras, ya que se sienten mucho más seguros y más cómodos interiormente cuando los tienen. No nos hemos de olvidar que los límites evolucionan paralelamente tal y como crecen nuestros hijos, se deben de modificar respetando siempre la etapa evolutiva en que se encuentran ellos.

Las conductas y actitudes de los padres son el modelo a través por el cual los hijos comprenden qué se espera de ellos, que expectativas tenemos. Los niños hacen servir a los padres, sobre todo a la madre, para combatir el miedo y de esta manera propiciar sus capacidades exploratorias, y ahí es importante como los padres se manejan estableciendo unos límites o normas familiares. Los niños poseen la capacidad innata para expresar y explorar y desean responder a esas expectativas, que nosotros como padres, de manera implícita o explícita, les transmitimos, e incluso sus propias expectativas, que no siempre, por no decir nunca, son las mismas. Los niños criados sin límites pueden retraerse porque no están seguros de los límites aceptables o de cuáles son las conductas sin riesgo. Algunos niños se portan mal deliberadamente para “poner a prueba los límites” y averiguar si alguien intervendrá para establecer límites y fronteras personales.

Es múltiple el beneficio de construir una base de límites realistas y respetuosos para todos los miembros de la familia: se podrá construir la base de una buena autoestima y autoconfianza; ayudaran a los niños a ejercitar la capacidad ante la frustración; a ser personas autónomas y libres; responsables de sus actos; con normas y reglas incorporadas para poder compartir y convivir en el mundo que les toca vivir. 

Los limites son sinónimos de amor, por lo que es el primer acto de amor que los papás podemos ofrecer en la vida de nuestros hijos. Es el primer organizador de su vida, ya que los niños necesitan aprender a vivir en un mundo social y con ello evitar peligros y relacionarse con otras personas. Los límites ayudan a la contención, porque poner límites es enseñarles a nuestros hijos que aprendan a esperar y a saber que todo no es “aquí y ahora”.

Establecer  límites a los niños no resulta solamente necesario para su seguridad, sino también para un sano desarrollo y un conocimiento del mundo en el que deberá vivir.

Muchos padres piensan que si ponen límites a sus hijos o que son exigentes con ellos, éstos les querrán menos, se rebelarán y no habrá quien los domine. ¡¡Todo lo contrario!!, Si se establecen desde la calidez, el amor, el respeto, la firmeza sin ser que esta sea irrealista, los niños responden de manera diferente que si se establecen desde una posición autocrática. Los niños necesitan límites y normas claras, ya que se sienten mucho más seguros y más cómodos interiormente cuando los tienen. No nos hemos de olvidar que los límites evolucionan paralelamente tal y como crecen nuestros hijos, se deben de modificar respetando siempre la etapa evolutiva en que se encuentran ellos.

Las conductas y actitudes de los padres son el modelo a través por el cual los hijos comprenden qué se espera de ellos, que expectativas tenemos. Los niños hacen servir a los padres, sobre todo a la madre, para combatir el miedo y de esta manera propiciar sus capacidades exploratorias, y ahí es importante como los padres se manejan estableciendo unos límites o normas familiares. Los niños poseen la capacidad innata para expresar y explorar y desean responder a esas expectativas, que nosotros como padres, de manera implícita o explícita, les transmitimos, e incluso sus propias expectativas, que no siempre, por no decir nunca, son las mismas. Los niños criados sin límites pueden retraerse porque no están seguros de los límites aceptables o de cuáles son las conductas sin riesgo. Algunos niños se portan mal deliberadamente para “poner a prueba los límites” y averiguar si alguien intervendrá para establecer límites y fronteras personales.

El beneficio de construir una base de límites, siempre realistas y respetuosos para todos los miembros de la familia, podrán construir la base de una buena autoestima y ayudaran a los niños a ser creativos, personas autónomas, libres, con normas y reglas incorporadas para poder compartir y convivir en el mundo que les toca vivir. 

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